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El elenco central de personajes incluye a Kus-Kús (Nicolás), un niño "rematadamente consanguíneo", rubio y de ojos azules, que constantemente se inserta "peligrosamente en el mundo adulto" jugando solo con soldaditos de plomo y aviones cazabombarderos. Con él reside Miss Adelaida Hart, una "admirable institutriz inglesa" que solo habla inglés, cena invariablemente a las siete de la tarde y lee las novelas completas de Jane Austen. Un personaje clave del servicio es Julián, un criado con "pasado" y un "glamour equívoco". Julián, quien padece de conjuntivitis crónica y tiene un rostro "trágico, espectacularmente inflamado", es visto por Kus-Kús como un hombre "romántico".
La fascinación de Kus-Kús por los secretos adultos lo lleva a tramar planes descabellados; por ejemplo, el niño, convencido de que Miss Hart merecía "pasar a mejor vida" después de tantos años, idea un método para envenenarla. El plan consistía en administrarle un supuesto "vasoconstrictor isotónico de sulfanilato de zinc" (que en realidad es solo colirio), disuelto en su té, y para llevarlo a cabo busca la complicidad de Julián. El escondite favorito del niño, y de su tía, es la mansarda, una "cueva de tesoros visuales", que alberga a su tía Eugenia, una mujer excéntrica y glotona obsesionada con el balneario de Bariloche. Eugenia mantiene una relación amorosa con Manolo, el mozo del ultramarinos La Cubana, a quien llama "Giacomo Gattucci".
La trama se acelera cuando Julián, meses después de haber huido con un talón robado por "veinte mil pesetas" de sus patrones, regresa a la ciudad "temiendo la cárcel". Kus-Kús, impulsado por una "camaradería de banda", y sabiendo que esto no era un juego sino "otra cosa", lo oculta en la mansarda de su tía Eugenia. Sorprendentemente, Eugenia acepta al fugitivo y comienza a servirle con la "pulcritud de una doncella experta", un giro que resulta un "milagro" para Julián.
Mientras tanto, en los pisos inferiores, la abuela Mercedes y el servicio, incluyendo a la doncella Josefa y la cocinera María Soterraña, cuchichean sobre los "trastornos" de Eugenia y sus "guarradas con el chico de la tienda". La figura más fastidiosa es María del Carmen Villacantero, la "falsa parienta" y amiga de la abuela, quien, con su charlatanería constante, se entromete en los asuntos domésticos. Ella llega a poner en duda la fe de Kus-Kús debido a la influencia de la institutriz inglesa, mientras que el niño la considera una mujer "nefasta".
La paz del escondite se rompe cuando Esther, antigua pareja de Julián y hermana de Manolo, aparece en la ciudad. Esther, quien se presenta como "una actriz", busca a Julián para exigirle "diez mil pesetas" que necesita Rafael, otro amigo de la pareja. Julián, humillado y "atrapado", se da cuenta de que está a merced del niño. Esther, que sabe de los antecedentes penales de Julián, le advierte que está "en manos del crío" y le recuerda que su vida es una serie de fracasos amorosos y vicios.
Harto de la situación y resentido por la humillación de su tía y la irrupción de los secretos adultos, Kus-Kús decide actuar. En un acto de "enfriamiento y venganza" —y convencido de que el heroísmo consiste en "no poder engañarse a sí mismo"—, el niño llama a la policía de forma anónima. Minutos después, la policía "acordonó el bloque" y sube a registrar la mansarda.
En la confrontación, Tía Eugenia se transforma en una defensora "espléndida" y "niega rotundamente" que Julián esté allí, comparando el registro con los nazis. Julián, que se había identificado como el criado de la casa al abrir la puerta, se escondió brevemente en el tejado. A pesar de la mentira de Eugenia, la policía, que había recibido una denuncia telefónica, cesa en la investigación por respeto a su palabra. Julián confiesa a Kus-Kús que abrió la puerta y se entregó a la policía, pidiendo perdón al niño por haberle "desilusionado". Julián y Manolo, quien también se encontraba en el piso, son detenidos y bajan "esposados".
El acto de Kus-Kús tuvo consecuencias trágicas para su tía. Después de la detención, Kus-Kús la encuentra "demacrada y cambiada", con "los ojos de una loca". Ella le confiesa que no volverá "nunca más" a Bariloche. Días después, Eugenia es hallada "ahogada en la dársena", lo que se considera un "fallecimiento de postín". El funeral se celebra con la asistencia de toda la alta sociedad. Durante el servicio, la abuela Mercedes, en un gesto final, se reconcilia silenciosamente con María del Carmen Villacantero, mientras la novela concluye dejando las mansardas como testigos de las pasiones y tragedias que consumieron a sus ocupantes.
El elenco central de personajes incluye a Kus-Kús (Nicolás), un niño "rematadamente consanguíneo", rubio y de ojos azules, que constantemente se inserta "peligrosamente en el mundo adulto" jugando solo con soldaditos de plomo y aviones cazabombarderos. Con él reside Miss Adelaida Hart, una "admirable institutriz inglesa" que solo habla inglés, cena invariablemente a las siete de la tarde y lee las novelas completas de Jane Austen. Un personaje clave del servicio es Julián, un criado con "pasado" y un "glamour equívoco". Julián, quien padece de conjuntivitis crónica y tiene un rostro "trágico, espectacularmente inflamado", es visto por Kus-Kús como un hombre "romántico".
La fascinación de Kus-Kús por los secretos adultos lo lleva a tramar planes descabellados; por ejemplo, el niño, convencido de que Miss Hart merecía "pasar a mejor vida" después de tantos años, idea un método para envenenarla. El plan consistía en administrarle un supuesto "vasoconstrictor isotónico de sulfanilato de zinc" (que en realidad es solo colirio), disuelto en su té, y para llevarlo a cabo busca la complicidad de Julián. El escondite favorito del niño, y de su tía, es la mansarda, una "cueva de tesoros visuales", que alberga a su tía Eugenia, una mujer excéntrica y glotona obsesionada con el balneario de Bariloche. Eugenia mantiene una relación amorosa con Manolo, el mozo del ultramarinos La Cubana, a quien llama "Giacomo Gattucci".
La trama se acelera cuando Julián, meses después de haber huido con un talón robado por "veinte mil pesetas" de sus patrones, regresa a la ciudad "temiendo la cárcel". Kus-Kús, impulsado por una "camaradería de banda", y sabiendo que esto no era un juego sino "otra cosa", lo oculta en la mansarda de su tía Eugenia. Sorprendentemente, Eugenia acepta al fugitivo y comienza a servirle con la "pulcritud de una doncella experta", un giro que resulta un "milagro" para Julián.
Mientras tanto, en los pisos inferiores, la abuela Mercedes y el servicio, incluyendo a la doncella Josefa y la cocinera María Soterraña, cuchichean sobre los "trastornos" de Eugenia y sus "guarradas con el chico de la tienda". La figura más fastidiosa es María del Carmen Villacantero, la "falsa parienta" y amiga de la abuela, quien, con su charlatanería constante, se entromete en los asuntos domésticos. Ella llega a poner en duda la fe de Kus-Kús debido a la influencia de la institutriz inglesa, mientras que el niño la considera una mujer "nefasta".
La paz del escondite se rompe cuando Esther, antigua pareja de Julián y hermana de Manolo, aparece en la ciudad. Esther, quien se presenta como "una actriz", busca a Julián para exigirle "diez mil pesetas" que necesita Rafael, otro amigo de la pareja. Julián, humillado y "atrapado", se da cuenta de que está a merced del niño. Esther, que sabe de los antecedentes penales de Julián, le advierte que está "en manos del crío" y le recuerda que su vida es una serie de fracasos amorosos y vicios.
Harto de la situación y resentido por la humillación de su tía y la irrupción de los secretos adultos, Kus-Kús decide actuar. En un acto de "enfriamiento y venganza" —y convencido de que el heroísmo consiste en "no poder engañarse a sí mismo"—, el niño llama a la policía de forma anónima. Minutos después, la policía "acordonó el bloque" y sube a registrar la mansarda.
En la confrontación, Tía Eugenia se transforma en una defensora "espléndida" y "niega rotundamente" que Julián esté allí, comparando el registro con los nazis. Julián, que se había identificado como el criado de la casa al abrir la puerta, se escondió brevemente en el tejado. A pesar de la mentira de Eugenia, la policía, que había recibido una denuncia telefónica, cesa en la investigación por respeto a su palabra. Julián confiesa a Kus-Kús que abrió la puerta y se entregó a la policía, pidiendo perdón al niño por haberle "desilusionado". Julián y Manolo, quien también se encontraba en el piso, son detenidos y bajan "esposados".
El acto de Kus-Kús tuvo consecuencias trágicas para su tía. Después de la detención, Kus-Kús la encuentra "demacrada y cambiada", con "los ojos de una loca". Ella le confiesa que no volverá "nunca más" a Bariloche. Días después, Eugenia es hallada "ahogada en la dársena", lo que se considera un "fallecimiento de postín". El funeral se celebra con la asistencia de toda la alta sociedad. Durante el servicio, la abuela Mercedes, en un gesto final, se reconcilia silenciosamente con María del Carmen Villacantero, mientras la novela concluye dejando las mansardas como testigos de las pasiones y tragedias que consumieron a sus ocupantes.

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