lunes, 19 de diciembre de 2011

El secreto de Chimneys


Agatha Christie

The Secret of Chimneys es una novela primeriza de Agatha Christie (1890-1976), publicada en 1925. Posiblemente es la mejor novela de la etapa inicial de la escritora inglesa, junto con El misterioso señor Brown (The Secret Adversary, 1922).
Nos encontramos con un argumento de misterio con trasfondo de la política internacional en los años 20, fruto de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial.


Los elementos que maneja Christie son inmejorables: una pareja protagonista atractiva, acción, humor, sociedades secretas, conspiraciones, reminiscencias de Arsenio Lupin, etc. Todo ello en una trama que recuerda a las comedias de Lubitsch, las novelas de Wodehouse y la Syldavia de Hergé. El manejo del ritmo y del diálogo es magistral, el estilo vivaracho y ágil. No es extraño que la autora convirtiera esta novela en obra teatral, pues se presta a ello.
Por otra parte, Christie nos sigue presentando en sus novelas a heroínas independientes, intrépidas y modernas. La Virginia Revell de esta novela es una hermana literaria de la Tuppence Beresford o Anne Bedingfeld con las que ya nos encontramos en novelas anteriores. Estamos en los años 20 y en cine triunfan Louise Brooks, Clara Bow, Colleen Moore, modelos de la mujer moderna de la época, que lleva una vida independiente, conduce coches a toda velocidad y elige a sus parejas. A su vez, el protagonista masculino, Anthony Cade, es un aventurero adecuadamente misterioso, atractivo e inteligente, lleno de recursos.
En definitiva, una muy agradable lectura y una lección magistral de literatura de entretenimiento.

lunes, 12 de diciembre de 2011

El caso de la novia curiosa

The Case of the Curious Bride (1935) es la quinta novela que Erle Stanley Gardner dedicó a su personaje Perry Mason. Gardner (1889-1970), abogado y escritor,  publicó 82 novelas con Mason como protagonista. Posteriormente, en los años 50 y 60, la figura del abogado-detective aparecería en una mítica serie de televisión.


Todas las novelas de Perry Mason adoptan la misma estructura: presentación del cliente en apuros (normalmente mujeres atractivas), investigación de los hechos, juicio. El argumento suele ser bastante enrevesado, en lo que Gardner evidencia estar muy cerca de sus compañeros Dashiell Hammett y Raymond Chandler, junto a los que publicó muchas narraciones pulp en las revistas de la época. Su estilo es directo, lineal, seco, basándose sobre todo en el diálogo al más puro estilo "hardboiled".


No sabemos nada de la vida privada de Mason. Éste es una máquina legal que se pone en marcha en la primera página de cada novela para poner las cosas en su sitio y no cejar hasta que la verdad sea aclarada. Le acompañan su secretaria Della Street y el detective asociado Paul Drake. Mason muchas veces es un personaje hosco, seco y cortante, que, sin embargo, goza de las simpatías del lector. Especialmente brillantes suelen ser las narraciones de los juicios en que interviene Mason, donde cualquier giro imprevisto es posible. Mason bordea muchas veces los límites de la ley para conseguir su objetivo, aunque nunca sin traspasarla y es algo que sus adversarios fiscales le advierten contínuamente.
En el caso de la novela que nos ocupa una trama de extorsión, bigamia y asesinato, ilustra perfectamente todo lo apuntado antes. La máquina legal Mason puede ser un trasunto del escritor Gardner que no ceja en su objetivo de que vayamos dando vuelta a las páginas hasta llegar a la última. Puro entretenimiento popular.

martes, 11 de octubre de 2011

Veinte mil leguas de viaje submarino

Jules Verne (1828-1905)

Esta novela permanece como un clásico de la literatura de aventuras y, por extensión, de la literatura juvenil. Jules Verne la publicó en 1870. El planteamiento es el acostumbrado en el autor francés. Como en otras novelas de Verne, tenemos a un grupo de hombres dentro de un espacio cerrado (llámese globo, submarino, isla, cavernas subterráneas, cohete, etc.), un itinerario de aventura y un destino u obsesión personal. En este espacio de aventura masculina no hay lugar para mujeres, que pasan a ser una referencia solamente o personajes muy episódicos. Los personajes son hombres-niños jugando un juego de grandes proporciones, jugando con un juguete más placentero por ser un juguete de adultos.

Nemo y Aronnax en la biblioteca del Nautilus

Dentro del espacio cerrado del submarino pueden dedicarse sin interrupción a su goce personal: en el caso del capitán Nemo un eterno juego de exploración sin fin y un deseo de venganza insaciable contra un enemigo ignoto, tan ignoto como el mismo Nemo (Nadie en latín), tan inescrutable como el vacío. En el caso del naturalista Aronnax, el goce del conocimiento sin otro objetivo que el mismo conocimiento en sí, elaborando larguísimos inventarios de especies marinas (peces, invertebrados, algas, mamíferos), que interrumpen el discurso y la progresión narrativa de esta novela casi sin argumento. El paralelo de Aronnax es su criado Conseil, el clásico criado de las novelas de Verne, al que sólo parece interesar la taxonomía hasta extremos paródicos y que no tiene más voluntad que la de su amo. Ned Land, el arponero, cuyo único destino en la vida parece que es perforar cualquier clase de cetáceo y, sin embargo, es el único personaje mínimamente lúcido para querer escapar de su encierro submarino. En realidad, el único que desea realmente regresar a tierra, porque Nemo y Aronnax son las dos caras de la misma moneda. Nada les une a la tierra y su único placer es ese vagabundeo incesante por todos los mares del globo (Aronnax sólo volvería al mundo para escribir un libro), hasta que el deseo último de venganza de Nemo devuelve la lucidez al naturalista y hace nacer en él la necesidad de la huida.

Más allá hay monstruos

De aquí viene el segundo tema de esta novela: los paraísos cerrados no duran para siempre. Dentro de sus mismos habitantes está el germen de la destrucción de ese mismo paraíso, porque en ellos no habita la cordura. La misma progresión de la novela hace evidente que la muerte y los monstruos acechan a los hombres-niños encerrados en su paraíso: el cementerio submarino, el paseo nocturno a una Atlántida dantesca, los barcos naufragados, el ataque de los calamares gigantes, preludian la caída de Nemo como autodesterrado señor de los mares, que desemboca en una matanza sin sentido. Desde ese mismo momento el Nautilus, el submarino primordial, está condenado al Maelstrom.

lunes, 26 de septiembre de 2011

La dama de blanco

La dama de blanco es una novela del escritor inglés Wilkie Collins (1824-1889), publicada en 1860. Es considerada como una de las primeras novelas de misterio, precursora de todo un género.

La novela, originalmente publicada por entregas, acusa diversas influencias: por una parte, la novela sentimental establecida según el modelo de Jane Austen, por otra, la nóvela gótica cuyos modelos se remontan al siglo XVIII, y que podría ser la influencia más profunda de la que bebe esta novela. Las heroínas desgraciadas perseguidas por villanos sin piedad es lo que vuelve a aparecer aquí como ya aparecía en Los misterios de Udolfo (1794) de Anne Radcliffe.

Las influencias de que hablamos son especialmente reconocibles en las dos primeras partes de las tres en que se divide la obra: la primera es típicamente romántica enmarcada por paisajes campestres a la manera de la autora de Mansfield Park, la segunda, y para mí la mejor, es casi terror gótico, con tres mujeres y dos hombres recluidos en un espacio cerrado: la siniestra mansión de Blackwater Park con su ominoso lago de aguas negras, que presagia la locura y el asesinato. La tercera correspondería al desenlace y flojea un tanto en comparación con esa poderosa segunda parte. Es la típica acción de venganza y persecución de los villanos por parte de los protagonistas, aunque Collins elude los lugares comunes utilizando para ello una singular manera de frustrar al lector. No hay escenas espectaculares y violentas, y además el destino hace que la venganza se escape de las manos del protagonista, aunque se vea cumplida por manos ajenas e incidentes imprevistos.
Collins llega a crear en la segunda parte una atmósfera de miedo psicológico e histeria realmente lograda, que sugestiona al lector y le impide abandonar la lectura. Para ello utiliza un tema que no ha perdido actualidad: el maltrato psíquico y físico dentro de la pareja, que podría ser perfectamente el tema de fondo de esta novela, y estamos hablando de la época victoriana.
Por otra parte, esta novela incluye una de las mejores escenas que he leído jamás en una novela: una escena nocturna en que el autor consigue que la luz de las velas, la oscuridad de una noche de verano en una terraza, los movimientos leves de los personajes, sus pensamientos, sean casi palpables. Creo que nunca un tiempo muerto, de acción mental y no física, había sido tan bien llevado a las páginas de un libro.
¿Qué decir del trío protagonista? El profesor de acuarela Walter Hartright (heart right?), Laura Fairlie, la protagonista perseguida, y Marian Halcombe, su hermanastra, se adaptan a los papeles clásicos del héroe romántico sin miedo aunque cauto y prudente y la muchacha en desgracia perseguida por un destino adverso. Marian Halcombe se parece mucho más a las heroínas inteligentes y decididas de Austen, aunque Marian puede prescindir perfectamente de los hombres y no haya vertiente romántica en sus relaciones con Walter, a no ser que leamos entre líneas y nos fijemos muy detenidamente en determinados detalles de su conducta. Marian es un personaje limitado por su fortuna y su aspecto físico, lo que la hace ser feminista antes de hora. Pero todo esto pertenece al secreto mantenido por el autor en torno a sus personajes o la interpretación que nosotros le demos.
Los villanos de la novela, sir Percival Glyde y el conde Fosco, pertenecen a dos ámbitos diferentes. Ambos son aristócratas, pero mientras Percival es huraño y violento hasta la insania, un personaje impredecible y hosco, el conde Fosco (obscuro), por ser mediterráneo, pertenece a la clase de los villanos meridionales que aparecen en las novelas góticas del XVIII, fríos y calculadores. Nadie tan frío y calculador como este italiano, una especie de Cagliostro del siglo XIX, perteneciente a sociedades secretas, espía del absolutismo monárquico, maestro en la ciencia química y conspirador nato. La descripción que hace de él Collins, grande y gordo, y las características ya mencionadas hacen de él un personaje "bigger than life". El papel le hubiese ido al dedillo a Marlon Brando u Orson Welles.
Dejamos para el final el personaje de Anne Catherick, la dama de blanco, un personaje espectral, perteneciente al reino de la noche, y desencadenante de la acción de la novela. Collins la envuelve en un clima de misterio e irrealidad, como si fuese más un fantasma que una persona real. Su desaparición hace aún más palpable esta sensación. No estamos muy lejos de las leyendas acerca de misteriosas mujeres de blanco que acechan en los bosques y los caminos solitarios. Algo de esto debía saber Collins.