Jules Verne (1828-1905)
Esta novela permanece como un clásico de la literatura de aventuras y, por extensión, de la literatura juvenil. Jules Verne la publicó en 1870. El planteamiento es el acostumbrado en el autor francés. Como en otras novelas de Verne, tenemos a un grupo de hombres dentro de un espacio cerrado (llámese globo, submarino, isla, cavernas subterráneas, cohete, etc.), un itinerario de aventura y un destino u obsesión personal. En este espacio de aventura masculina no hay lugar para mujeres, que pasan a ser una referencia solamente o personajes muy episódicos. Los personajes son hombres-niños jugando un juego de grandes proporciones, jugando con un juguete más placentero por ser un juguete de adultos.
Nemo y Aronnax en la biblioteca del Nautilus
Dentro del espacio cerrado del submarino pueden dedicarse sin interrupción a su goce personal: en el caso del capitán Nemo un eterno juego de exploración sin fin y un deseo de venganza insaciable contra un enemigo ignoto, tan ignoto como el mismo Nemo (Nadie en latín), tan inescrutable como el vacío. En el caso del naturalista Aronnax, el goce del conocimiento sin otro objetivo que el mismo conocimiento en sí, elaborando larguísimos inventarios de especies marinas (peces, invertebrados, algas, mamíferos), que interrumpen el discurso y la progresión narrativa de esta novela casi sin argumento. El paralelo de Aronnax es su criado Conseil, el clásico criado de las novelas de Verne, al que sólo parece interesar la taxonomía hasta extremos paródicos y que no tiene más voluntad que la de su amo. Ned Land, el arponero, cuyo único destino en la vida parece que es perforar cualquier clase de cetáceo y, sin embargo, es el único personaje mínimamente lúcido para querer escapar de su encierro submarino. En realidad, el único que desea realmente regresar a tierra, porque Nemo y Aronnax son las dos caras de la misma moneda. Nada les une a la tierra y su único placer es ese vagabundeo incesante por todos los mares del globo (Aronnax sólo volvería al mundo para escribir un libro), hasta que el deseo último de venganza de Nemo devuelve la lucidez al naturalista y hace nacer en él la necesidad de la huida.
Más allá hay monstruos
De aquí viene el segundo tema de esta novela: los paraísos cerrados no duran para siempre. Dentro de sus mismos habitantes está el germen de la destrucción de ese mismo paraíso, porque en ellos no habita la cordura. La misma progresión de la novela hace evidente que la muerte y los monstruos acechan a los hombres-niños encerrados en su paraíso: el cementerio submarino, el paseo nocturno a una Atlántida dantesca, los barcos naufragados, el ataque de los calamares gigantes, preludian la caída de Nemo como autodesterrado señor de los mares, que desemboca en una matanza sin sentido. Desde ese mismo momento el Nautilus, el submarino primordial, está condenado al Maelstrom.
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