jueves, 27 de noviembre de 2014

Perceval o El cuento del Grial (Perceval ou le Conte du Graal). Chrétien de Troyes


Perceval o El cuento del Grial (Perceval ou le Conte du Graal) es el quinto poema de Chrétien de Troyes (h. 1135-h. 1183). Su fecha de composición es desconocida pero a menudo se ha situado hacia 1180 aunque otros medievalistas avanzan la fecha hasta 1190. El poema está dedicado al protector de Chrétien, Felipe, conde de Flandes, y cuenta la historia de Perceval, un joven que se convierte después en un caballero temible, que tiene como propósito la búsqueda del Grial.
Chrétien afirma haber trabajado a partir de una fuente suministrada por Felipe. El "cuento", "romance" o "poema" relata las aventuras y las pruebas que crecen sin cesar del joven caballero Perceval, mezcladas con las del caballero Gauvain, y se termina abruptamente después de solamente 9.000 versos. La obra quedó inacabada y la conocemos a través de quince manuscritos o fragmentos. A continuación, otros autores añadieron hasta 54.000 versos. Perceval es el primer texto en el que se hace mención del Grial.

Una mujer que ha perdido a su marido y a dos de sus hijos, se esconde en un bosque del país de Gales con su último hijo, Percevaus (Perceval). Para preservarlo, trata de educarlo lejos de la civilización, en la ignorancia completa del mundo y de la mortal caballería. A pesar de todos los esfuerzos de la madre, Perceval se encuentra un día con un grupo de caballeros de brillante armadura. Se entusiasma tanto con ello que rápidamente deja el refugio y a su madre a pesar de las súplicas de ésta que no quería perderlo también. Perceval se dirige a la corte del rey Arturo en Carduel, donde una joven le predice un gran porvenir, a pesar de las burlas de Keu el senescal.
Perceval se hace notar por la rudeza de sus maneras; sin embargo, resulta vencedor en su primer combate y se apodera de la armadura de su adversario, el Caballero Rojo.
Gurnemanz de Goorz (Gornemant de Goort), un viejo caballero lleno de experiencia, toma a Perceval bajo su protección y le enseña las costumbres de la corte. Le enseña también las virtudes caballerescas: apiadarse del adversario vencido, mostrar moderación en el discurso, proteger a las damas y frecuentar las iglesias. Gracias a su noble origen y a su ardor, Perceval hace rápidos progresos y pronto puede volar con sus propias alas.
Parte, pues, a la aventura y conquista con su apostura y coraje a "Blancheflor" (Blancaflor), que se convierte en su enamorada. Perceval insiste en partir porque quiere ver si su madre sigue con buena salud, pero promete volver y casarse luego con Blancaflor.

Después de muchas peripecias, una noche en que Perceval busca un refugio, es recibido por el Rey Pescador (Roi Pescheor). Unos criados le visten de escarlata y le introducen en una vasta sala cuadrada en medio de la cual yace medio acostado sobre una cama un hombre vestido de cibelina.
Mientras Perceval habla con él, es testigo de un extraño espectáculo: avanza un criado que sostiene una lanza de una blancura resplandeciente. "En la punta de hierro de la lanza brilla una gota de sangre que se desliza hasta la mano del criado". Siguen otros dos criados con candelabros de oro. Luego aparece una bella joven ricamente vestida. Lleva un Grial de oro puro adornado con piedras preciosas. Chrétien de Troyes subraya: "Vino entonces una claridad tan grande que las velas perdieron su resplandor, como las estrellas cuando el sol o la luna se levantan". Otra joven lleva una bandeja de plata. El extraño cortejo va de una pieza a otra mientras se prepara una espléndida cena. A cada plato, el cortejo reaparece con el Grial, sin que los asistentes parezcan prestarle atención. Perceval, al contrario, trastornado e inquieto, se pregunta "a quién se dirige el servicio del Grial". Pero, prisionero de la educación recibida, no osa preguntar porque se acuerda de los consejos de Gurnemanz, quien le recomendó  reflexionar antes de preguntar y no hacer preguntas indiscretas. Después de la comida, el rey, que parece sufrir un mal misterioso, se hace llevar a su cámara por cuatro servidores. Perceval se duerme a su vez. Al alba, al despertar encuentra el castillo vacío. Accionado por manos invisibles, el puente levadizo baja ante él. Perceval reemprende su camino, pero está bien decidido a resolver el misterio y sobre todo a volver a encontrar el Grial un día. Poco tiempo después, una dama de aspecto horrible, como las que aparecen en las leyendas célticas, llega a la corte de Arturo y reprocha a Perceval el no haber interrogado a su anfitrión acerca del Grial, porque la pregunta habría tenido el poder de curar al rey herido y al mismo tiempo levantar la maldición que pesa sobre sus tierras.

La siguiente parte del romance está consagrada al mejor caballero de Arturo, Gauvain, desafiado en duelo por un caballero que pretende que Gauvain ha matado a su señor. Gauvain sirve al mismo tiempo de contraste y complemento a la ingenuidad de Perceval y sus aventuras nos presentan un caballero cortés que debe actuar en situaciones contrarias a la cortesía.
Las aventuras de Gauvain le conducen a un castillo gobernado por tres mujeres: una reina, su hija y su nieta. Después de haber superado la prueba del Lecho Peligroso, Gauvain se entera de que se trata en realidad de Ygerne, la madre de Arturo, de la esposa del rey Loth, su propia madre, y de Clarissant, que es pues su hermana.
A continuación, sólo se habla brevemente de Perceval antes del fin de la parte acabada por Chrétien de Troyes: después de cinco años de búsqueda en vano, encuentra a un ermitaño, su tío, que le instruye en los caminos del espíritu y le revela que el Grial es un cáliz (objeto sagrado que contiene una hostia). Llevada cada día en procesión solemne al padre del rey, esta hostia le permite mantenerse con vida desde hace quince años.
Después de los sabios consejos de su tío dirigidos a Perceval, la intriga vuelve a Gauvain. El poema inacabado termina sin volver a Perceval. 

Recomendamos la traducción de Martín de Riquer publicada por Espasa Calpe en 1961 en su colección Austral con el número 1308. Fue la que leímos en su momento y de la que guardamos un grato recuerdo.

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