jueves, 25 de octubre de 2012

Justine. Lawrence Durrell



La ciudad de Alejandría, Egipto, en los años entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial es evocada de manera inolvidable en Justine (1957), la primera novela del Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell (1912-1990). De hecho, sería más adecuado decribir a Alejandría como un personaje central en Justine más que como un escenario. El énfasis sobre el lugar impregna las cualidades formales de la novela. Durrell, como otros de sus compañeros modernos, no se basa en una línea narrativa convencional –tanto en Justine como en el Cuarteto entero- sino que se desplaza contínuamente entre pasado y presente. El resultado es que la historia parece tener unos límites sustanciales físicos pero no temporales. La novela logra muchos de sus efectos con imágenes, de manera que a menudo se lee más como poesía que como narración. El primer plano que ocupa el lugar en la novela nos anima a considerar el grado en que nuestras acciones e incluso nuestras naturalezas, están determinadas por los ambientes. En la medida en que estos rasgos de Justine representan las pautas de la memoria, el libro es una exploración de cómo comprendemos y recordamos las experiencias. El concepto del amor que tiene Durrell es también central en la novela. Justine, cuyo título alude a la novela del marqués de Sade del mismo nombre, intenta redefinir el amor o definirlo en términos modernos. Pero de muchas maneras, las relaciones que el narrador describe (en las cuales el deseo sexual, que también es conocimiento y narcisismo, juega un papel importante) levantan más preguntas que dan respuestas acerca de la naturaleza del amor.


El propósito de Durrell al dar a la ciudad de Alejandría un papel tan importante parece ser doble: evocar la ciudad con la mayor poesía y precisión posibles y sugerir que la identidad humana está formada en gran parte por el lugar. Usando un lenguaje de gran riqueza y lirismo, Durrell presenta Alejandría como hermosa y escuálida a la vez. La luz que se filtra “a través de la esencia de los limones” y “el caldo de terciopelo triste del canal” son yuxtapuestos a “barrios hacinados” y a casas de prostitución infantil. Alejandría parece ejercer un control psicológico o espiritual sobre sus habitantes. La novela implica que donde uno nace o elige vivir no es sólo un hecho biográfico trivial sino un factor determinante. Los habitantes de la ciudad están sujetos a la búsqueda de “un asunto sensible a través del que expresar los deseos colectivos, los ruegos colectivos, que informan su cultura”. Las acciones y pensamientos de los personajes se convierten en manifestaciones del propio temperamento de la ciudad y pueden ser explicadas o justificadas por éste. Justine es caracterizada repetidamente como una “verdadera hija de Alejandría”, implicando que este hecho dicta su conducta. Para Durrell, Alejandría representa, entre otras cosas, libertad sexual, así como escepticismo, intelectualismo y agotamiento. Aunque no queda claro si esto significa que debemos absolver a los personajes de responsabilidad individual. Mientras sus acciones a menudo parecen ser prescritas por los “deseos colectivos” de Alejandría, es difícil no hacer responsables a los personajes por el daño que a veces causan a otros.


El lugar, como opuesto a la cronología, es también el principio organizativo de la estructura de la novela. Como Virginia Woolf y Marcel Proust, los experimentos de Durrell reflejan la idea de que el tiempo cronológico no necesariamente se corresponde con la experiencia vivida o nuestro recuerdo de ella. En Justine, no hay referencias a fechas específicas, aunque una cronología aproximada puede construirse retrospectivamente, y la narración se mueve hacia atrás y hacia delante en el tiempo, a menudo sin transiciones explícitas. El narrador, al que nunca se nombra, explica que es importante para él recordar los acontecimientos no en el orden en que ocurrieron –para eso está la historia- sino en el orden en que primero fueron significativos para él. La novela sigue una lógica interna, yuxtaponiendo imágenes e ideas de la misma manera que lo hace la poesía, más que presentar acontecimientos en un orden cronológico como lo hace la historia. El lector, sin embargo, puede quedar algo desorientado por esta idiosincrasia. Durrell nos pide que consideremos si, por divergir de ciertas convenciones narrativas, Justine representa de manera realista el tratamiento y recuerdo de la experiencia.

El aspecto más provocativo de Justine puede ser la crítica que hace Durrell, al igual que su maestro Henry Miller, del concepto puritano o victoriano del amor y su descripción de una clase de amor que es más liberado sexualmente, no posesivo e intelectualmente complejo. El “tipo peculiar de amor” entre el narrador y Justine es descrito como el disfrute narcisista de una experiencia mutua en la cual nadie siente la necesidad de poseer al otro, la relación fomenta el crecimiento personal pero no la comunicación profunda. El narrador habla despectivamente de los “otros sentimientos, compasión, ternura, etc.”, que “existen sólo en la periferia y pertenecen a la construcción social y al hábito”. Aunque hay muchas indicaciones de que el amor que Durrell describe es problemático en sí mismo. Primero, esta nueva definición del amor puede ser simplemente una justificación autocomplaciente para seguir los impulsos del deseo sexual. El narrador se pregunta si la relación entre él y Justine es “una banal historia de adulterio que está entre los lugares comunes más baratos de la ciudad” y además una historia que “no merece trampas románticas o literarias”. Más adelante, su propio dolor y celos al leer la novela escrita por el ex marido de Justine, Nessim, lo lleva a la locura, y la compañera del narrador, Melissa, que finalmente muere, sugiere que el precio de esta clase de amor puede ser muy elevado. Al final, debemos preguntarnos si Durrell describe un amor como debe ser, sin restricciones por sensibilidades anticuadas y sin posesión, o si lo que describe es realmente el fracaso de amar completamente o maduramente.

jueves, 18 de octubre de 2012

Dos damas muy serias (Two Serious Ladies). Jane Bowles



Considerada por Tennessee Williams como su libro favorito, Dos damas muy serias (publicada en 1943) es un logro singular, un clásico moderno de culto y la única novela de la escritora norteamericana Jane Bowles (1917-1973).

Bowles, la escritora favorita de la vanguardia, disecciona el lugar que ocupan las mujeres en la sociedad con una destreza delicada pero devastadora. Christina Goering y Frida Copperfield se conocen en una fiesta en un suburbio de Nueva York: la primera es una solterona rica, la segunda está casada, pero ambas buscan escapar de su medio social sofocante, aunque los caminos que eligen para buscar la salvación las alejan mucho. Abandonando su hogar familiar, la señorita Goering se va a vivir a una casa en ruinas en una isla, pero su ascetismo cede rápidamente a encuentros cada vez más sórdidos con hombres extraños. La señora Copperfield acompaña debidamente a su marido en un crucero a Panamá, pero se enamora de una prostituta y es tragada por un mundo de bares y burdeles de mala muerte. Cuando las dos mujeres se encuentran otra vez, han cambiado mucho, han sufrido los estragos de sus perezosas odiseas, pero han encontrado una nueva fuerza también. "Me he hecho pedazos, una cosa que había buscado durante años", declara la señora Copperfield. "Sé que soy tan culpable como pueda serlo, pero guardo mi felicidad como una loba y ahora tengo autoridad y cierta cantidad de audacia que nunca había tenido antes."

La prosa de Bowles, frugal y elíptica, tiene una cualidad alucinatoria, atravesada por momentos de claridad sobrecogedora e ingenio. Sus personajes mantienen una opacidad de esfinges, tan inquietante como absorbente. "Si estás sólo interesada en una vida soportable, quizás esto no te concierne," escribe una de ellas. Este es el desafío que yace en el corazón de la novela de Jane Bowles.

jueves, 11 de octubre de 2012

Sentido y sensibilidad (Sense and Sensibility). Jane Austen


Sense and Sensibility, título original en inglés, también conocida como Sentido y sensibilidad, Sensatez y sentimientos, Juicio y sentimiento o Juicio y sensibilidad, es una novela de la escritora británica Jane Austen publicada en 1811. Fue la primera de las novelas de Austen en ser publicadas, bajo el seudónimo de "A Lady" (una dama).

La señora Dashwood y sus hijas Elinor, Marianne, y Margaret, quedan empobrecidas después de la muerte de su marido. Su finca, Norland en Sussex, debe pasar a John Dashwood, hijo de su primer matrimonio. Aunque John prometió a su padre cuidar de su madrastra y hermanas, su egoísta esposa, Fanny, fácilmente le disuade de darles parte de su herencia. Las Dashwood son tratadas como huéspedes no deseados en su propio hogar, y pronto empiezan a buscar otro lugar en el que vivir.
Mientras tanto, Elinor se siente atraída por el hermano de Fanny, Edward Ferrars, que está de visita. Edward es un joven callado, sin pretensiones, con un agradable carácter. No tiene ningún deseo de cumplir los deseos de su madre y hermana que quieren verlo como un famoso político o una "figura elegante en el mundo". Aunque no es guapo ni encantador, Elinor pronto admira la inteligencia de Edward y su buen sentido. Sin embargo, la fortuna de Edward depende del deseo de su madre. Elinor sabe que la señora Ferrars quiere que su hijo se case con una dama de alto rango, y no se permite a si misma concebir esperanzas de matrimonio.
La señora Dashwood y sus hijas pronto marchan de Norland a Barton Cottage, en Devonshire. Su casero es Sir John Middleton, un primo lejano que generosamente les ofrece una renta baja. Vive en Barton Park con su mujer, fría y elegante, y sus hijos. También se quedan en Barton Park la madre de Lady Middleton, la señora Jennings, y el Coronel Brandon, un viejo amigo de Sir John. La señora Jennings, una jovial mujer mayor a la que le encanta bromear y chismorrear, decide pronto que el Coronel Brandon debe enamorarse de Marianne. Ella bromea con ambos sobre el tema, para confusión de Marianne, quien considera que el Coronel Brandon, de 35 años, es un viejo solterón enfermizo, incapaz de enamorarse o inspirar amor a nadie.
Un día, Marianne y Margaret pasean por la campiña cercana a Barton Cottage y se ven sorprendidas por la lluvia. En su desesperado intento por llegar a casa, Marianne se resbala en la hierba húmeda y se tuerce un tobillo. Margaret no puede detener su vertiginoso descenso y bajo la intensa lluvia, llega primera al hogar. El señor Willoughby, joven gallardo y guapo, pasa por allí. Rescata a Marianne, y se gana su admiración y la de la familia al llevarla de vuelta a casa. Después de este incidente, Willoughby comienza a visitar a Marianne cada día.


Los dos se hacen íntimos, y Elinor y la señora Dashwood comienzan a sospechar que la pareja se ha prometido en secreto. Sin embargo, la naturaleza sentimental de la señora Dashwood le impide seguir el consejo de Elinor y preguntarle simplemente a Marianne sobre su relación con Willoughby. Marianne queda desolada cuando Willoughby inesperadamente anuncia que debe marcharse a Londres por asuntos de negocios, para no regresar al menos por un año.
Edward Ferrars viene a visitar a las Dashwood a Barton Cottage, pero parece infeliz y se mantiene distante respecto a Elinor. Ésta teme que él ya no tenga sentimientos hacia ella. Sin embargo, a diferencia de Marianne, ella no se permite regodearse en su tristeza.
Poco después, Anne y Lucy Steele, primas de Sir John Middleton, vienen a quedarse en Barton Park. Sir John dice a Lucy que Elinor está unida a Edward, lo que impulsa a Lucy a informar a Elinor en una confidencia que ella (Lucy) está prometida a Edward en secreto desde hace cuatro años. Aunque Elinor inicialmente culpa a Edward por comprometer sus afectos cuando él no era libre para hacerlo, pronto se da cuenta de que se prometió con Lucy cuando era joven e ingenuo. Elinor comprende que Edward no ama ni admira a Lucy, pero que no la herirá ni deshonrará rompiendo su compromiso. Elinor oculta su desilusión a su familia y amigos, y logra convencer a Lucy de que ella no siente nada por Edward.
Elinor y Marianne pasan el invierno en la casa de la señora Jennings en Londres. Marianne escribe a Willoughby, pero sus cartas quedan sin respuesta. Encuentran a Willoughby en una reunión, y él las trata fríamente de una manera formal. Más tarde envía a Marianne una carta informándola de que se ha comprometido con la señorita Grey, una mujer muy rica de clase inferior. Marianne reconoce ante Elinor que ella y Willoughby nunca se prometieron, pero que ella lo amaba y que él la hizo pensar que era verdaderamente correspondida.


El coronel Brandon revela a Elinor que Willoughby había seducido a la hija adoptiva del coronel, la señorita Eliza Williams, y la abandonó cuando quedó embarazada. El coronel estuvo en una ocasión enamorado de la madre de la señorita Williams, una mujer que se parecía a Marianne y cuya vida quedó destruida por un infeliz matrimonio arreglado con el hermano del coronel.
Más tarde, la señora Jennings cuenta a Elinor que la señora Ferrars había descubierto el compromiso entre Edward y Lucy. Edward se niega a acabar con el compromiso y su madre lo deshereda. Elinor y Marianne lo lamentan por Edward, y piensan que él es muy honrado al permanecer prometido a una mujer con la que probablemente no sea feliz. Anne Steele dice a Elinor que Lucy aún pretende casarse con Edward, quien pretende tomar las órdenes sagradas para poder mantenerse. El coronel Brandon, sabiendo que la vida puede quedar arruinada si se niega el verdadero amor, ofrece su parroquia de Delaford a Edward, aunque lo conoce muy poco. Elinor conoce al aburrido hermano de Edward, llamado Robert y queda sorprendida al descubrir que él no tiene reparos en obtener la herencia de su hermano.
Marianne enferma gravemente después de un paseo por la lluvia durante la cual ella se ve superada por el sufrimiento debido a Willoughby, y el coronel Brandon va a buscar a la señora Dashwood. Willoughby llega y dice a Elinor que él tenía enormes deudas cuando su benefactora descubrió sus acciones hacia la señorita Williams y lo desheredó. Entonces decidió casarse con una mujer rica. Dice que aún ama a Marianne. Busca su perdón, pero sus egoístas acciones carecen de justificación. Mientras tanto, el coronel Brandon descubre a la señora Dashwood su amor por Marianne.


Marianne se recupera y las Dashwood regresan a Barton Cottage. Elinor le cuenta a Marianne la visita de Willoughby. Sin embargo, Marianne afirma que aunque ella lo amó, no podía haber sido feliz con el padre libertino de un niño ilegítimo, incluso si él hubiera permanecido a su lado. Marianne afirma también que se da cuenta de que su enfermedad sólo se debía a que se regodeaba en su dolor, por su excesiva sensibilidad, y que, de haber muerto, habría sido el equivalente moral de un suicidio. Refiriéndose en particular a la bravura y buen sentido de Elinor, decide reformarse.
La familia descubre que Lucy se ha casado con el señor Ferrars. Cuando la señora Dashwood se da cuenta de lo disgustada que está Elinor, finalmente comprende que los sentimientos de Elinor hacia Edward son fuertes, y lamenta no haber prestado más atención a su infelicidad. Sin embargo, al día siguiente llega Edward y revela que Lucy no se ha casado con él sino con su hermano. Dice que quedó atrapado en este compromiso con Lucy "una mujer a la que había dejado de amar hacía tiempo", pero que ella rompió el compromiso para casarse con el ahora rico Robert. Le pide a Elinor que se case con él, y ella accede. Edward se reconcilia con su madre, que le da 10.000 libras, suficiente para que ellos vivan confortablemente. Se casan y se mudan a la parroquia de Delaford. Sin embargo, la reconciliación de Edward con su madre es parcial e insuficiente. Su madre le repudió por querer casarse con Lucy, pero cuando ésta se casó con su segundo hijo, la señora Ferrars se hizo amiga suya, y continúa favoreciéndolo, sin que Edward recupere plenamente su posición anterior.
La patrona del señor Willoughby al final le deja su dinero, afirmando que su matrimonio con una mujer de buen carácter lo redime. Willoughby se da cuenta entonces de que casarse con Marianne hubiera producido el mismo resultado. Debe vivir sabiendo que en caso de haberse comportado honorablemente, podría haber tenido tanto el amor como el dinero.
En los dos años siguientes, la señora Dashwood, Marianne y Margaret pasan la mayor parte de su tiempo en Delaford. Marianne madura y decide casarse con el coronel, aunque hacia él siente más respeto que pasión. No obstante, después del matrimonio se da cuenta de que lo ama de verdad. Ella y el coronel se establecen cerca de Elinor y Edward, de manera que las hermanas y sus maridos pueden visitarse a menudo.

martes, 9 de octubre de 2012

Los asesinatos de la calle Morgue (The Murders in the Rue Morgue). Edgar Allan Poe


Los asesinatos de la calle Morgue es un relato corto de Edgar Allan Poe (1809-1849)  publicado en el Graham’s Magazine en 1841. Se le conoce como la primera historia de detectives publicada. Poe se refería a ella como uno de sus “cuentos de raciocinio”.

La historia se refiere al desconcertante doble asesinato de Madame L’Espanaye y su hija en la calle Morgue, una calle imaginaria de París. Los relatos de los periódicos revelan que la garganta de la madre fue cortada de tal manera que la cabeza está apenas unida al cuerpo y que la hija, después de ser estrangulada, fue metida en la chimenea. El asesinato ocurrió en una habitación inaccesible en el cuarto piso, cerrada con llave por dentro. Los vecinos que oyeron el asesinato suministran relatos contradictorios, cada uno declarando que oyó al asesino hablando en un idioma diferente. Los testigos dicen que la lengua no era clara y admiten que no conocían el lenguaje que habían oído.

El detective parisino Dupin y su amigo, el desconocido narrador de la historia, leen los relatos de los periódicos con interés. Los dos viven recluídos y no admiten visitantes. Han cortado todo contacto con “antiguos asociados” y salen sólo de noche. Cuando un hombre llamado Adolphe Le Bon es encarcelado aunque no existen evidencias contra él, Dupin se siente tan intrigado que ofrece sus servicios a G., el prefecto de policía.

Ya que ninguno de los testigos coincide en el idioma que hablaba el asesino, Dupin concluye que no estaban oyendo una voz humana. Encuentra un pelo en la escena del crimen, que es bastante raro. Concluye que no es pelo humano. Dupin inserta un anuncio en los periódicos preguntando si alguien ha perdido un orangután. El anuncio es contestado por un marinero que acude a la casa de Dupin. El marinero ofrece una recompensa por el retorno del orangután; Dupin le pide toda la información que tenga sobre los asesinatos en la calle Morgue. El marinero revela que tenía un orangután cautivo que había obtenido en Borneo. El animal se escapó con la navaja de afeitar de su dueño. Cuando perseguía al orangután, éste se escapó escalando un muro y subiendo por un pararrayos, entró en el apartamento de la calle Morgue por una ventana.

Una vez en la habitación, sorprendió a Madame L’Espanaye que no pudo defenderse mientras el orangután intentaba afeitarla imitando la rutina diaria de su dueño y mientras hacía esto, cortó accidentalmente la garganta a la mujer. Este acto sangriento le puso furioso y apretó la garganta de la hija hasta que ésta murió. El orangután se acordó luego del látigo de su dueño, al que temía, e intentó esconder el cuerpo metiéndolo en la chimenea. El marinero, consciente del asesinato, se asustó y huyó, permitiendo escapar al orangután. El prefecto de policía, oyendo esta historia, señala que la gente debe ocuparse de sus propios asuntos. Dupin responde que G es demasiado socarrón para ser profundo.

martes, 2 de octubre de 2012

Arte y sociedad (Art and Society). Herbert Read


Sir Herbert Edward Read (1893–1968) era poeta, crítico de literatura y arte. Fue uno de los primeros escritores ingleses en divulgar el existencialismo y estuvo fuertemente influenciado por el pensador proto-existencialista Max Stirner.

Read era y sigue siendo más conocido como crítico de arte. Fue el defensor de artistas ingleses modernos como Paul Nash, Ben Nicholson, Henry Moore y Barbara Hepworth. Estuvo asociado al grupo de arte contemporáneo de Paul Nash llamado Unit One. Read fue profesor de Bellas Artes en la Universidad de Edinburgo (1931-1933) y editor del Burlington Magazine (1933-1938) que marcaba las tendencias en el arte. Fue uno de los organizadores de la Exposición Surrealista Internacional de Londres de 1936 y editor del libro Surrealism, publicado en 1936, que incluía colaboraciones de André Breton, Hugh Sykes Davies, Paul Eluard y Georges Hugnet. Fue administrador de la Tate Gallery y conservador del Victoria & Albert Museum (1922-1939), así como cofundador del Instituto de Artes Contemporáneas con Roland Penrose en 1947. De 1953 a 1954 fue profesor en la Universidad de Harvard. Durante los años académicos 1964-1965 fue miembro del Centro de Estudios Avanzados de la Wesleyan University.

En su libro Arte y sociedad (Art and Society, 1945), Read expone que ningún tipo de actividad humana dura tanto como las artes plásticas, y nada de lo que sobrevive del pasado es tan valioso para comprender la historia de la civilización. La naturaleza real de la actividad humana que llamamos estética y que resucita tales objetos, continua siendo un problema psicológico. Intenta, pues, explorar el carácter general de las semejanzas que, es de suponer, existen entre la forma que la sociedad toma en un período determinado y las formas de arte contemporáneo. Hay que distinguir, en primer lugar, entre el arte como factor económico y el arte como expresión de ideales, aspiraciones espirituales y mitos, es decir, el aspecto ideológico del arte.

Hay que considerar el arte como el modo más perfecto de expresión que ha logrado la Humanidad. Como tal se ha propagado desde los mismos albores de la Civilización. Siempre, en cada fase de la Civilización, ha advertido que lo que llamamos la actitud científica es inadecuada. La conciencia que ha desarrollado a partir de su cauta astucia sólo puede compararse con hechos objetivos; más allá de tales hechos se encuentra un ámbito del mundo solamente accesible al instinto y a la intuición. El desarrollo de estos modos más oscuros de aprehensión ha sido el fin del arte; no podremos comprender la Humanidad y su Historia hasta que admitamos la importancia y, desde luego, la superioridad del conocimiento representado por el arte.

El arte es un modo de expresión, un lenguaje que puede hacer uso de tales cosas útiles, del mismo modo que el lenguaje mismo hace uso de la tinta, del papel y de las máquinas de imprenta, para transmitir un significado. El arte es una forma de conocimiento, y el mundo del arte es un sistema de conocimiento tan precioso para el hombre como el mundo de la filosofía o de la ciencia.