Mireno, un joven portugués hijo de un pequeño propietario ganadero, que siente la ambición de ascender socialmente, convencido de que su humilde origen no se corresponde con su altos pensamientos. Por ello, abandona la casa de su padre, Lauro, y marcha hacia la ciudad de Avero, junto con Tarso, uno de los criados de su padre. En el camino se encuentra con Ruy Lorenzo, secretario del duque de Avero, y su lacayo, Vasco. Ruy está huyendo de Avero, debido a que ha sido descubierto su ardid para asesinar al Conde de Estremoz, como venganza por haber este deshonrado a su hermana. Mireno y Tarso intercambian sus ropas con Ruy y Vasco para ayudarles en su huida. Al momento Mireno y Tarso son descubiertos por unos campesinos que buscaban a los huidos y, a causa de los vestidos, son apresados y conducidos al palacio del duque de Avero. Allí se resuelve la confusión, pero Mireno es igualmente encarcelado. Madalena, la hija del Duque y prometida del duque de Vasconcelos, empieza a enamorarse de Mireno. Mientras tanto, Antonio, conde de Penela, ha llegado al palacio, de camino hacia Castilla, con el objetivo de conocer a las hijas del Duque, Madalena y Serafina, cuya belleza es célebre en todo Portugal, y se ha enamorado de Serafina, prometida del Conde de Estremoz.
Madalena consigue que su padre deje en libertad a Mireno y su criado y, para retenerlo a su lado, le propone que pida al Duque el cargo de secretario que ha quedado vacante tras la huida de Ruy. Por su parte, Antonio, con el fin de quedarse en palacio cerca de Serafina sin desvelar su identidad, pide al Duque el mismo puesto de secretario, adelantándose a Mireno, y lo consigue. El Duque, para satisfacer la petición de Madalena, le concede que Mireno sea el secretario particular de ella, con el objetivo de que le enseñe a redactar cartas para su prometido el duque de Vasconcelos. Mireno empieza a darse cuenta de que Madalena le da muestras de amor, pero la conciencia de su baja posición social le impide reaccionar -y de aquí el título de la obra. Antonio, con la complicidad de Juana, aprovecha un ensayo que Serafina hace en el jardín de una comedia que quiere representar para alegrar a su hermana Madalena, que está melancólica, para esconderse tras unos matorrales, acompañado de un pintor al que encarga que haga un retrato de Serafina. En un juego metaliterario de teatro dentro del teatro, Serafina ensaya un papel masculino, vestida de varón, y así es como el pintor la retrata. El acto acaba con una conversación entre Madalena y Mireno, durante la cual ella tropieza y pide la mano de Mireno para sostenerse -este motivo es típico de la comedia barroca española y supone, por un lado, el contacto físico de los protagonistas y, por el otro, un valor simbólico de la caída de la dama respecto de la moral social de la época.
Lauro, el padre de Mireno, cuenta a Ruy Lorenzo su historia: Lauro, cuyo verdadero nombre es don Pedro de Coímbra, era hermano del anterior rey de Portugal y, a la muerte de este, fue corregente del reino junto con la reina viuda, durante la minoría de edad del heredero. Una vez subido este al trono, las intrigas de un cortesano le hicieron caer en desgracia ante el rey, quien lo condenó a muerte. Logró escapar de su prisión y se refugió en el campo, disfrazado de pastor, junto con su hijo, a quien ocultó su verdadero origen. Mientras tanto, en el palacio, Mireno sigue sin atreverse a corresponder a las muestras de amor de Madalena, por vergüenza. Ella, tratando de incitarle, lo llama a su cámara y allí finge estar dormida. Creyendo Mireno que Madalena duerme, esta finge hablar en sueños y sostiene una conversación consigo misma en que interpreta el papel de Mireno hablando con ella, en que Mireno le confiesa su amor y ella lo recibe gustosa. A continuación simula despertar, pero cuando Mireno, animado por lo que ha oído, se decide a confesarle que él también la ama, ella lo rechaza diciéndole que los sueños son solo sueños. Por su parte, Antonio se ha decidido a confesar a Serafina su amor, pero ella lo rechaza airada. Él, despechado, se marcha tras lanzar al suelo el retrato que el pintor había hecho de Serafina vestida de varón. Ella lo recoge y, sin darse cuenta de que ella misma es la retratada, se enamora de ese que ella cree hombre. Serafina pregunta a Juana por el retrato y esta, aun sabiendo la verdad, para que no fuera descubierta su complicidad en la entrada furtiva de Antonio en el jardín, dice no saber nada y promete preguntarle a Antonio. Este vuelve a presencia de Serafina y miente diciendo que en realidad él no está enamorado de ella, sino que actúa como emisario del verdadero enamorado de Serafina, el caballero del retrato, llamado, según él, Don Dionís, caballero caído en desgracia -y añade una historia idéntica a de Mireno y Lauro, a pesar de no conocer esta. Serafina le pide que le facilite un encuentro con este supuesto caballero de quien se ha enamorado y Antonio le promete que lo llevará al jardín para que ella pueda hablarle desde el balcón. Mientras, Madalena ha vuelto a alentar las esperanzas de Mireno y le dicta una carta en que lo cita en el jardín esa noche. Antonio acude al jardín y, haciéndose pasar por el imaginario Don Dionís, habla con Serafina, que está asomada a su balcón, y acaba entrando en su aposento. Al poco llega Mireno y Madalena lo invita igualmente a entrar en su estancia. Mientras tanto, habiendo sabido Lauro que su hijo ha entrado como secretario en el palacio del duque de Avero, decide ir a la ciudad para ver a Mireno, acompañado por Ruy. Una vez en Avero, en las cercanías del palacio, Lauro y Ruy oyen un bando en que el Rey concede su perdón a don Pedro de Coimbra (la verdadera identidad de Lauro). Este se presenta ante el duque de Coimbra, quien lo acoge gozosamente. En ese momento sale a escena Madalena, quien para evitar la boda con el Duque de Vasconcelos confiesa que ha pasado la noche con su secretario. Su padre monta en cólera pero al oír el nombre de Mireno, Lauro/Don Pedro aclara que se trata de su hijo, por lo que, al ser ambos de sangre noble, el duque de Avero acepta que Madalena y Mireno/Don Dionís se casen. A su vez, Serafina declara que no es posible que su hermana haya estado con don Dionís, pues ella misma ha pasado la noche con él. Antonio confiesa que se trató de un engaño y que es él quien ha estado con ella. El duque de Avero ordena matarlo pero Juana anuncia que en realidad se trata del duque de Penela, por lo que el duque de Avero consiente el matrimonio. Así, la pieza acaba con un «final feliz» con matrimonio entre las parejas protagonistas.
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