lunes, 30 de septiembre de 2013
Historia universal de la infamia. Jorge Luis Borges
Historia Universal de la Infamia es una colección de historias cortas escritas por Jorge Luis Borges, publicada por primera vez en 1935, y revisada por el autor en 1954. La mayoría fueron publicados por separado en el Diario Crítica entre 1933 y 1934.
En su prefacio a la edición de 1954, Borges se distanció un poco del libro, que puso como ejemplo del barroco, "cuando el arte exhibe y dilapida sus recursos."
En las narraciones hay muchas alteraciones arbitrarias, sobre todo en las fechas y nombres, y no pueden ser denominadas como históricas. Todos los relatos están basados en crímenes reales.
Destacaremos cuatro cuentos.
El impostor inverosímil Tom Castro.
El cuento se centra en el personaje de Arthur Orton, quién nació en Wapping (distrito de Londres) y creció en Inglaterra. Después de una infancia difícil, Orton decide huir al mar y en Valparaíso cambia su nombre a Tom Castro. En Sidney, Australia, conoce a Bogel, un negro sirviente, y se hacen amigos. Un día, ambos leen en el diario local sobre el naufragio de la nave Mermaid en el Atlántico y el pasajero Roger Charles Tichborne, quien supuestamente se hundió con el barco. La madre de Tichborne, Lady Tichborne, no quiere creer en la muerte de su hijo y publica avisos en los periódicos para buscarle. Después de leer eso, Bogel tiene la idea de que Tom Castro pretenda ser Tichborne, aunque los dos no tienen nada en común, ni en la apariencia física, ni en la educación. No obstante, Bogel no quiere que Castro imite a Tichborne, sino que piensa que sería más creíble si el pretendiente no tratase de parecerse a Tichborne. Castro escribe a Lady Tichborne y da la prueba de su identidad con un episodio de su niñez. Aunque es ficticio, Lady Tichborne lee la carta hasta que encuentra los recuerdos y cree que su hijo está vivo. Bogel y Castro se presentan a Lady Tichborne y ella reconoce a su hijo. Poco después, Lady Tichborne muere y «los parientes entablan querella contra Arthur Orton por usurpación de estado civil». Algunos creen que él es Tichborne, otros no. El tribunal condena a Orton a catorce años de trabajos forzados. Antes de que Orton sea condenado, Bogel muere en una colisión con un carruaje y cumple la muerte que predijo años antes. Orton, después de salir de la cárcel, pronuncia conferencias, a veces diciendo que fue inocente, a veces diciendo lo opuesto. Muere en el año 1898.
La viuda Ching, pirata.
Todo comienza con el nombramiento del pirata Ching como almirante de su armada (por parte de los accionistas). Esta posición le da la autoridad de mandar a los piratas por debajo de su nivel, quienes ostentaban la reputación de ser crueles y de arrasar con todo lo que se interponía en su camino. De una forma planeada por los accionistas, el pirata Ching es envenenado y muere, dejando a la viuda Ching con resentimiento hacia los accionistas que traicionaron a su esposo. Es así como la viuda Ching toma su papel como pirata, y es nombrada la almirante de la armada de su difunto esposo. La viuda gana fama como una pirata tenaz y rígida que tiene un reglamento firme que termina con la muerte de aquellos que no sigan las reglas. Sin embargo, su legado termina en una batalla contra una de las armadas más poderosas del océano asiático. Termina por entregarse, se le concede el perdón y más adelante cambia su oficio de pirata al de contrabandista de opio. Al final, decide cambiarse el nombre a «Brillo de la Verdadera Instrucción» separándose de su reputación como la viuda de Ching.
Hombre de la esquina rosada.
El narrador cuenta que una noche estaba en "salón de Julia", un lugar donde se bebía, bailaba y se alternaba con prostitutas en el Barrio Santa Rita, que en ese entonces era una zona rural en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires, cuando entró Francisco Real, apodado El Corralero dándole un empellón a la puerta. Era un hombre alto, fornido, vestido de negro con una chalina color bayo, que venía de otro barrio, del norte, en un coche acompañado de otros hombres. Su actitud provocativa hace que primero el narrador y luego otros concurrentes se le fueran encima para pelear, pero el recién llegado los aparta mientras sigue hasta el fondo del lugar donde estaba Rosendo Juárez, conocido como El Pegador. Este último era un hombre que trabajaba como elemento de choque para un caudillo político y que por su coraje y habilidad con el cuchillo era respetado por todos y admirado por la mayoría de la gente del barrio. Su mujer, conocida como La Lujanera era, entre las que iban al lugar, la más codiciada por los hombres. El Corralero desafía a Rosendo diciéndole que quiere ver cuánto coraje y habilidad tiene, dada su fama de cuchillero y de malo; todos los presentes se mantienen expectantes aguardando el duelo pero El Pegador se niega a pelear. La Lujanera se le acerca, le saca su cuchillo de entre las ropas y se lo pone en la mano pero El Pegador lo lanza por una ventana que daba sobre el arroyo Maldonado. Entonces su mujer se arrima al Corralero, le dice que deja a Rosendo porque es un cobarde y comienzan a bailar juntos. Los demás concurrentes hacen lo mismo y al rato ambos se marchan abrazados. El narrador, que se siente deshonrado y avergonzado, sale del salón con falsas excusas y vuelve poco después. Al rato entra la Lujanera sosteniendo al Corralero agonizante y en tanto lo ven morir cuenta que mientras estaban afuera alguien desafió al Corralero y le clavó un puñal; era alguien desconocido, afirmó, no era Rosendo. Cuando uno de los compañeros de Real acusa a la Lujanera de ser la agresora, el narrador se interpone, le hace ver que ella no hubiera tenido la fuerza necesaria para dar la puñalada y se burla de que un hombre con fama de fuerte en su barrio como el difunto fuera a terminar muriendo en ese lugar, donde nunca pasaba nada. En eso escuchan que está acercándose la policía a caballo y, queriendo evitar problemas, los presentes arrojan el cadáver del Corralero al arroyo por la ventana y continúan bailando. Al final, el narrador-personaje insinua que él había matado al Corralero.
El espejo de tinta.
Abderrahman el Masmudí, el hechicero del cruel Rey Doliente de Sudán, tiene poderes sobrenaturales que le permiten proyectar las maravillas del mundo en un pequeño espejo de tinta. Entre esas maravillas siempre aparece un hombre con una máscara. Un día, el rey despiadado pide ver morir un hombre. En el espejo de tinta aparece un hombre con el rostro cubierto. El hechicero manda traer a ese hombre y cuando lo traen a la presencia del rey, el hechicero le advierte sobre el peligro de matar a este hombre. El rey le pide que prosiga con la ejecución y cuando le quitan la máscara al hombre, el rey ve que la cara de aquél hombre es la suya propia. El miedo y la locura lo invaden y rueda muerto por el suelo.
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