viernes, 19 de abril de 2013

Jane Eyre. Charlotte Brontë



Jane Eyre es una novela escrita por Charlotte Brontë (1816-1855), publicada en 1847 por Smith, Elder & Company, que —en el momento de su aparición— consiguió gran popularidad, encumbrando a la autora como una de las mejores novelistas románticas, y es hoy considerada un clásico de la literatura en lengua inglesa.
El libro es innovador en la forma de pensar y de actuar de la protagonista, Jane Eyre, y en su forma de ver el mundo. Es considerado por muchos como una de las novelas precursoras del feminismo y en su época fue muy polémico debido a esta actitud.

La historia es narrada por Jane Eyre, quien a los 10 años de edad es custodiada por su tía política, la señora Reed. El señor Reed, hermano de la madre de Jane, la tomó a su cargo cuando quedó huérfana, pero muriendo él mismo poco después, y a pesar de haber hecho prometer a su esposa que la criaría como a uno de sus propios hijos, Jane no ha conocido sino humillaciones y maltratos por parte de todos en la suntuosa mansión, Gateshead Hall.
Cuando Jane empieza a cuestionar la injusticia con que se le trata, y a rebelarse contra ella, es enviada a una escuela para niñas, Lowood.
Lowood es una institución financiada en parte por donaciones para educar huérfanas. El afán del señor Brocklehurst, el tesorero, de convertir a las niñas en mujeres «resistentes, pacientes y abnegadas», justifica para él el hambre y el frío que sufren en el lugar. Sin embargo, la superintendente de la institución, la señorita Temple, es una joven inteligente y amable, quien aprecia a Jane. Ésta pronto hace amistades, como Helen Burns, una niña que pronto fallece de pulmonía, pero le deja una huella imborrable de estoicismo y fe cristiana. Cuando una epidemia de tifoidea arrasa con las alumnas, se introducen mejoras a la calidad de vida del lugar, en el que Jane llega a pasar 8 años, seis como estudiante y dos como maestra.
Al casarse la señorita Temple, a quien Jane se había acostumbrado a ver como una madre, institutriz y compañera, Jane siente que nada más la une a Lowood, así que publica en el periódico un anuncio de sus servicios como institutriz privada. Su propuesta es aceptada por la señora Fairfax de Thornfield, quien le ofrece el doble del salario que Jane recibía en Lowood.
Antes de que Jane parta, Bessie, su antigua niñera, la visita para despedirse y le cuenta que 7 años atrás un tío suyo fue a buscarla a Gateshead antes de partir hacia Madeira.
La señora Fairfax, ama de llaves de Thornfield, le da una cálida bienvenida, y le explica la situación a grandes rasgos: ella está ahí para ser la institutriz de Adèle Varens, niña de unos 8 años, custodia del señor Rochester, dueño de la mansión y quien sólo visita la propiedad de vez en cuando. La primera vez que Jane recorre la casa acompañada por la señora Fairfax, escucha en el tercer piso una risa trágica y sobrenatural, de la cual la señora Fairfax acusa a una empleada, Grace Poole.
A pesar de la mejora en su situación, la libertad con la que ahora cuenta, hace que Jane se sienta insatisfecha, que quiera “algo” que ella misma no puede definir. La rutina de Thornfield la agobia. Un día, camino al pueblo de Hay, ayuda a un caballero que se ha caído de su caballo, y al retornar a la mansión se da cuenta de que se trataba de su patrón, el señor Rochester.
Él se muestra directo y abrupto, si bien reconoce en ella su inteligencia y talento, y el arduo trabajo que le ha dedicado a la niña. La señora Fairfax le cuenta a Jane que él no heredó las propiedades hasta hace unos 9 años, cuando su hermano mayor, con el que se había peleado, fallece. El patrón pronto le muestra una predilección extraña, convirtiéndola en su confidente, contándole que Adèle es tal vez su hija, fruto de una aventura con una traicionera bailarina francesa.

Charlotte Brontë (1816-1855)

 Una noche, Jane escucha justo fuera de su habitación rasguños y la misma siniestra risa. Al salir no encuentra a nadie, mas se da cuenta de que hay un incendio en la habitación del señor Rochester, y lo despierta, salvándole así la vida. Él le ruega no mencionar lo sucedido a nadie.
Jane comprende que hay un secreto en Thornfield. Sin explicaciones, el señor Rochester deja la propiedad y vuelve acompañado por amigos y una joven que se rumoera le atrae, la bella señorita Blanche Ingram. Todo esto contribuye a que Jane se dé cuenta de que está enamorada de él, mas sabe que no cuenta ni con la belleza, ni la casta o el dinero que alguien como él querría.
Durante la estadía de sus amigos un extranjero, el señor Mason, se presenta, y su visita no es del agrado del señor Rochester. Esa noche, Jane escucha gritos en el tercer piso y se convierte en cómplice de su patrón, quien calma a los demás, pero le pide a ella ayuda para cuidar del señor Mason, quien ha sido apuñalado y mordido por una mujer, según su críptica conversación le deja entrever. Rochester consigue un doctor y lo hace salir de la mansión antes del amanecer.
El amor y el respeto que Jane siente por el señor Rochester le impiden interrogarlo, como le gustaría, para saber qué es lo que le oculta. Él le hace confidencias que más sirven para agrandar el misterio que para aclararlo. De pronto el cochero de Gateshead se presenta para informarle a Jane de que su primo John ha muerto y que la señora Reed, que ha sufrido una apoplejía, desea verla.
La cercanía de la muerte no ha hecho cambiar a la tía. Es tan sólo el remordimiento el que la ha impulsado a llamarla. Tres años antes ella había recibido una carta de John Eyre, tío de Jane, preguntando por ella para adoptarla, y la señora Reed contestó que Jane había muerto en Lowood, incapaz de soportar la idea de verla próspera.
Poco después de su regreso a Thornfield ocurre un encuentro casual entre el señor Rochester y ella. Él le dice que ha llegado su hora de irse, puesto que él está a punto de casarse. Jane, que había sentido su regreso a la mansión como el regreso al hogar que nunca tuvo, llora y le confiesa que no quiere separarse de él. Él le pide que se case con él, y aunque al principio está incrédula, Jane acepta. El señor Rochester le confiesa que todo fue una charada con la señorita Ingram, para hacerla sentir celos y asegurarse así de que ella estuviera tan enamorada de él como él de ella. El plan es casarse en un mes, y éste está comprendido por un cortejo tan inusual como las relaciones entre ambos han sido hasta ahora. Jane quiere darse su lugar, quiere conservar el respeto de su antiguo patrón, y rechaza sus regalos y halagos para demostrarle que ella no es una mujer como las que él está acostumbrado a tratar. De hecho, le escribe una carta a su recién descubierto tío, dejándole saber de su planeado matrimonio, pues la idea de tener una fortuna propia y algo de independencia con respecto al señor Rochester la ilusiona.
Dos noches antes de la boda, mientras el dueño de la casa está de viaje, Jane despierta y encuentra a una mujer desconocida en su habitación, la cual rompe su velo de novia y, acercándose a la cama, ocasiona que se desmaye de terror. Al contarle lo sucedido al señor Rochester, éste pretende convencerla de que se trató de Grace Poole, pero que su imaginación transformó su aspecto.

El día de la boda, cuando el sacerdote hace su invocación de que si alguien conoce un impedimento para la unión debe hablar ahora o callar para siempre, un abogado, Briggs y el señor Mason declaran que el señor Rochester se casó quince años antes con la hermana del segundo, Bertha Mason en Jamaica, y que ésta aún vive. Rochester guía a todos a la casa y les muestra los aposentos de Grace Poole, y a su custodiada, una mujer enloquecida que trata de agredirlos.
Briggs le informa a Jane que su carta a su tío, recibida mientras Mason estaba con él en Madeira, ha propiciado que se aventuraran a rescatarla de esta manera.
Esa tarde el señor Rochester le cuenta a Jane que su matrimonio fue arreglado por su padre y su hermano mayor, aún sabiendo de la debilidad mental que corría en la familia de los Mason, pues la joven era una rica heredera. Al cabo de cuatro años de tortuoso matrimonio, con su esposa ya enloquecida, y con su padre y su hermano muertos, él decide regresar a Inglaterra, encerrar a la mujer en Thornfield, y vivir su vida como si nada hubiera sucedido, puesto que nadie, excepto Grace Poole y el doctor Carter, conocen su matrimonio.
Pero su libertad no le permitió hallar el amor sino hasta que conoció a Jane. Y le promete llevársela a Europa y dedicarse a ella como a una esposa por el resto de su vida. A Jane su relato le resulta conmovedor, y la decisión difícil, puesto que se sabe amada por él, y ella por su parte lo adora, y teme que la desesperación lo lleve a hacer algo terrible. Pero su voluntad es firme; seguirá los preceptos de la ley de Dios y no los de su corazón, diciéndose que las reglas no han sido hechas sólo para cuando sea fácil cumplirlas. Esa noche, mientras el señor Rochester espera que reconsidere y se entregue a la vida que él le ofrece, Jane escapa silenciosamente de la casa, y toma un coche con el poco dinero que tiene, para escapar a una ciudad desconocida.
El coche la deja en el desolado Whitcross, donde Jane se encuentra sin dinero, alimento ni refugio por tres días, durante los cuales se ve obligada a rogar por alimento de extraños, y a dormir en los pantanos. Al cuarto día se atreve a acercarse a una casa donde, al ser despedida por la sirvienta, desfallece en la entrada. El hijo del recién fallecido dueño, St. John Rivers, la encuentra y decide que él y sus hermanas la acogerán hasta restaurarle la salud.
Una vez que Jane se recupera, es interrogada por el hermano, y cuenta su historia real, dándose a sí misma un alias y sin mencionar el nombre de nadie más. El joven, que es párroco, le ofrece buscarle empleo, pero se muestra distante y altivo. Las muchachas en cambio la admiten como a una hermana: ellas también son institutrices y no están en la casa más que durante el periodo de duelo por su padre. Una noche, reciben una carta informándoles de la muerte de un tío al que nunca conocieron, y que le ha dejado toda su fortuna a otro familiar, no a ellos, según engendraban esperanzas de que sucediera.
El señor Rivers le consigue a Jane empleo como maestra de una escuelita que la señorita Oliver, hija del hombre más rico del pueblo, desea abrir para las hijas de los granjeros. Si bien Jane está lejos de complacida en su nueva ocupación, pues no está acostumbrada a lidiar con campesinos, agradece de corazón la ayuda del señor Rivers, y pasa a compadecerlo cuando se da cuenta de que él está enamorado de la señorita Oliver, pero que está en su carácter negarse a ceder ante sus deseos carnales, y el propósito de convertirse en misionero le cierra esta posibilidad de felicidad terrenal.
Un día, al observar el retrato de la señorita Oliver que Jane ha pintado, el señor Rivers encuentra en la cubierta la firma de Jane, quien, probando su lápiz, ha escrito en el papel su nombre verdadero. Esto lleva a una revelación sorprendente. El abogado Briggs le ha escrito preguntándole por una Jane Eyre, su pariente, a quien su tío ha dejado toda su fortuna, pues nadie sabe de ella desde que desapareciera de Thornfield. St. John, Mary y Diana son así primos de Jane por parte de madre, y su felicidad al encontrar una familia al fin, y la gratitud que les guarda por lo que han hecho por ella, la hace dividir su herencia de veinte mil libras entre los cuatro.

Aunque Jane sigue sufriendo por el señor Rochester, de quien nadie le da noticias, ha establecido una vida tranquila y satisfactoria con sus primos en Moor House. Hasta que St. John le pide que se case con él y lo acompañe a oriente a su misión. Mientras que la idea le parece buena a Jane, puesto que la alejaría de Inglaterra y sus tristezas, y le permitiría realizar la obra de Dios, un matrimonio por vocación, como le propone su primo, y no por amor, la perturba y lo rechaza varias veces, hasta que él utiliza sus dotes de predicador y está a punto de convencerla, cuando ella escucha la voz del señor Rochester llamándola, y escapa a su habitación.
Al día siguiente, Jane parte hacia Thornfield y encuentra la mansión en ruinas. Le informan que en otoño la reclusa inició un incendio, durante el cual se lanzó del techo de la casa, y que el señor Rochester ha quedado ciego y ha perdido una mano en el siniestro. Jane se apresura a buscarlo, y el reencuentro es conmovedor, pues él no puede creer que haya regresado, y le cuenta cómo la llamó esa noche que ella lo escuchó, y cómo el mismo la escuchó decir que vendría.
Jane escribe esto diez años después de su matrimonio con el señor Rochester, que ha sido inmensamente feliz y fructífero. Sus primas están casadas y su primo agonizante en Oriente pero, cree ella,  satisfecho, puesto que está a punto de entrar al Reino de Dios por el cual ha luchado tanto.

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