domingo, 4 de noviembre de 2012

El valle del Issa (Dolina Issy). Czeslaw Milosz



El renombrado poeta polaco-lituano, Czeslaw Milosz (1911-2004), premio Nobel en 1980, elaboraba su poesía con la claridad de la prosa y su prosa con un ritmo fluido y densidad de ideas. Su novela acerca del paso de la adolescencia a la conciencia adulta, El valle del Isa (1955), es un ejemplo maravilloso de cómo el lirismo meditativo puede constituirse en una novela.

La novela está situada en los bosques salvajes de la Lituania central cerca de donde Milosz pasó los veranos de su juventud en casa de sus abuelos. El personaje central, Thomas, es un estudiante adolescente perteneciente a una familia aristocrática polaca, que va a casa de sus abuelos a pasar el verano. El abuelo Surkont es el modelo del noble lituano-polaco que se esfuerza en mantener a su casa y a los aldeanos felices, a pesar de los violentos cambios que amenazan con tragarse ese paraíso olvidado. La época en que transcurre la novela es justo después de la Primera Guerra Mundial, cuando la joven república de Lituania lucha por su independencia después de siglos de dominación extranjera: por los rusos a nivel estatal, por los terratenientes polacos a nivel local. El señorito polaco Thomas es lanzado abruptamente a un mundo fresco y vibrante, completamente alejado de la rápida vida urbana que ha conocido hasta entonces. Aquí en las aldeas y casas alrededor del río Issa, el mundo es pagano y lituano. Los antiguos espíritus y dioses habitan en las mentes y las almas de los campesinos lituanos que pueblan el nuevo mundo de Thomas. Y lo que es más importante, Thomas encuentra una nueva pasión, que le enseña más que cualquier libro escolar: el rico y primitivo mundo natural.


Más que nada, la novela de Milosz es un gigantesco poema meditativo en prosa sobre la forma y el funcionamiento de la naturaleza. Frase tras frase destila un respeto casi religioso por el Issa azul cobalto lleno de nenúfares, por los bosques impenetrables de pinos negros, que es el hogar de las becadas con la cabeza en forma de bala, los ciervos de matices siena, las temibles víboras de cuerpo negro y capucha roja cuyo mordisco letal acabaría con el más fuerte de los hombres antes de que pudiera decir Jesús, el hogar de una infinita variedad de pájaros e insectos. Thomas es capturado inmediatamente por un entorno así y se dispone a convertirse en “naturalista”. En el valle del Issa esto significa ser “cazador”. Thomas pronto se une al cazador local, Romauld, que le inicia en las artes de seguir rastros, acechar y atrapar a la presa. Thomas desea con todas sus fuerzas aprender este arte antiguo pero fracasa lamentablemente. Siempre un paso por detrás, demasiado indeciso para tirar del gatillo, fracasa en lograr una gran presa. Al final mata una ardilla. La muerte deliberada de esta víctima inocente e insospechada provoca en Thomas una iluminación dolorosa. A través de sus lágrimas de remordimiento y la angustia de la culpa, Thomas crece instantáneamente. Ha tomado una vida, de este modo pierde la inocencia. Esta metáfora de la caída del hombre es el punto central del libro.

Este clímax en la vida de Thomas subraya el tema central de la obra de Milosz: estamos inextricablemente unidos a nuestro entorno, esclavos de un mundo exterior brutal y hermoso que nos tiene en sus manos. El mundo natural es la columna vertebral, los músculos y el tejido de esta novela. Los personajes que constituyen el microcosmos de Thomas son meros peones de la naturaleza omnipotente y, a través de ellos, Milosz presenta su credo: acepta tu sitio en la naturaleza de las cosas o la aflicción se apoderará de ti. Hay varios ejemplos de ello. Magdalena desea al sacerdote de la aldea y finalmente consigue sus designios, pero a un precio terrible. Rechazada por sus paisanos, escoge el suicidio y su fantasma ronda la aldea hasta que finalmente encuentra su lugar otra vez. Balthazar, el guardabosques, desea una vida con más tierras, más dinero y una mujer más hermosa. Es un deseo peligroso que finalmente le conduce a la locura, el caos y el asesinato.

Milosz pinta a estos personajes con pincel ligero. Deja la profundidad emocional para probar su teleología. Así, los personajes, Thomas incluido, con frecuencia parecen como sombras indistintas  sobre un mismo fondo. Pero el retrato de la naturaleza con todo su colorido salvaje, deja un imagen indeleble en la mente si no en el corazón del lector. El valle del Issa es no sólo un viaje vibrante y melancólico por el mundo que nos rodea sino también un examen distanciado, aunque extrañamente conmovedor, de aquellas pasiones interiores que buscan conectar con algo más grande.

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